22 feb 2009

Lo suficientemente locos como para hacer teatro en estos tiempos


LOS SIETE LOCOS

K.Ese.Escoria


Me encontraba tranquilo viendo el último episodio de “Mr Belvedere” cuando mi hermano siamés me dijo “Vayamos al teatro”, mi respuesta inicial fue una negación rotunda (parecida a la negación de Fidel cuando le preguntaron ¿Nos vamos a Broodway?). Pero mi hermano, que ama las artes escénicas, replica: “Voy Con o Sin ti”. Considerando el estómago que nos une espiritual y físicamente, ese es un sólido argumento para apagar la televisión e ir a consumir cultura.

Llegué (esta vez sólo con una caja de alfajores) y la obra que se anuncia en cartelera es: “Los 7 locos” de Roberto Arlt. Yo leí el libro y me gustó mucho (especialmente porque considero el plan del Astrólogo como una real posibilidad). Así que comienzo, en ese momento, a sentir el entusiasmo de ver a Erdosain en vivo, carne y hueso. El elenco, según se comenta, es muy bueno. Me entusiasma más la idea. Y entro al teatro (lleno de esperanza).


Y no se porque hay algo, algo que no me termina de cuadrar en la ecuación.


Puede ser esa sensación de que por momentos sentía que leía el libro y no que veía la obra (un fenómeno metafísico que alguien me tendrá que explicar).


O puede ser, un Erdosain que movía los brazos y a veces tenía un cantadito, que me hizo recuerdo a un viejo profesor de colegio que nos daba clases de ciencias sociales.


O un ritmo inicialmente lento que comienza como una inyección de morfina (tuve un par, así que recuerdo la sensación) en la cabeza.


O puede ser que soy uno de esos clásicos nerds, que repiten la frase hecha más cliché del mundo de la farándula y del mundo entero: “me gustó más el libro que la película”.


Se me vino a la mente la idea de que algunos actores estaban enojados con otros (tal vez un tema de competitividad interna, de búsqueda de atención o que se yo) pero se pegaban feo en escena y si no les dolía es que nos enfrentamos al primer teatro de androides.


Y tengo, además, la sensación que las muchachas, eran de edades sospechosas (salvo Cecilia Kruchoski que elocuentemente nos demostró que es bien mujercita, cuando en un arrebato de pasión se saca la ropa y despierta hasta al más adormilado), y de ser Claudia Pereira efectivamente (como sugiere el texto con la bizca), una niña de 14 años, me dieron ganas, ni bien salido del Teatro, ir a la Comisaría Tercera (que yo se está cerquita de la Cooperación) y presentar una denuncia. No lo hice porque mi hermano quería caminar por las librerías buscando el libro original de tapa dura.


Más allá de mis consideraciones, Julio Ordano, Marcelo Sanchez, Dario Levy, Hernán Vasquez, Gustavo Pardi, Federico Ametta, Cecilia Kruchoski, Coni Marino y Claudia Pereira (pese a su posible minoría de edad), hicieron que el viaje se torne agradable, aunque agotador (le recortaría con una podadora de jardín, unos cuantos minutos a la obra).


Más bien que siempre estaba el texto de Arlt para salir en defensa, como un superhéroe cuadrado, como un salvador ante el vacío, la inutilidad de la vida y el desamparo (yo también puedo ponerme triste y ser desdichado…snif).


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